me hayo sumida en desesperaciones silenciosas de amortajadas urnas de cristal de roca de alentadores pasillos y al final mi destino una mazmorra,
mas escucho el susurro de tu voz quejunbrosa que se pierde en el vacio de mi alma herida de dolor renacido,
y el crepuscular atardecer me conduce al ayer de tu mirada aletargada sin ecos ni voces que la acompañan,
y me siento desvanecer entre crujidos de huecos salidos de un cuento perdido la vida misma y el destino acaecido en el final del camino

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